ACTITUD


El otro día me envió, otra persona maravillosa de mi cabina, un enlace como muchos que me llegan, y que algunos de ellos comento aquí, que me dejó perpleja, era un video del conferencista Victor Küppers (¿por qué tienen todos los que comento apellidos tan raros?) en el que hablaba de cómo te cambia la vida dependiendo de la actitud que tengas.

Lo escuché entero, no podía parar, y era largo, tanto que lo escuchaba mientras seguía haciendo mis quehaceres cotidianos.

Y mientras lo escuchaba, mi cabeza se movía de arriba abajo asintiendo todo el tiempo, de vez en cuando se me escapaba un “claro que si” y un “qué razón tiene”.

Que tío tan fantástico, como habla el menda, te convence en un abrir y cerrar de ojos, vamos que, si se dedicara a vender robots de cocina, yo le compraba tres o cuatro.

Pero al final, son palabras que se lleva el viento y que cuesta la vida poner en práctica.

Todos tenemos dos versiones de nosotros mismos, la mejor y la peor, y ¿de qué depende que mostremos una u otra? Pues del estado de ánimo.

Tener un estado de ánimo positivo, hace que muestres tu mejor yo, y mostrando tu mejor yo, consigues más éxitos y, sobre todo, eres más feliz y contagias a los demás tu felicidad.

De verdad que doy fe de que funciona.

Hubo un tiempo en mi vida que yo era así, irradiaba buen rollo, felicidad, positivismo, me daban igual las adversidades o los problemas, todo me lo tomaba con buena actitud. Y eso hizo que consiguiera grandes cosas. No solo tener en mi vida gente que entraba y ya no se iba, gente maravillosa que se contagió de mí y siguen a mi lado después de mil años. También grandes cosas laborales. Yo le llamaba suerte, pero era eso, mi actitud. Nada podía conmigo.

Pero los años pasan, las mentes se agotan y las situaciones cambian.

Y mantener esa buena actitud es difícil, y sobre todo agotador, es una lucha constante, una lucha titánica contra corriente.

Mi estado de ánimo ha dejado que yo pase a ser una persona mediocre en vez de una persona brillante.

Y la culpa la tienen los sueños, si, cuando eres adolescente o joven piensas en que tienes toda la vida por delante y sueñas con lo que harás más adelante, y todo es guay, porque tienes mucho tiempo por delante para cambiar lo que ahora no te gusta.

Pero con la edad, ves que ya no queda tanto tiempo, y aquello que querías haber conseguido, no lo hiciste, y ahora, tienes menos tiempo para lograrlo, entonces te frustras.

Me empeño en no aceptar que las cosas son como son y no como quiero que sean.

Me gustaría no tener que trabajar todo el día para llegar a casa y seguir trabajando, me gustaría en vez de eso, estar tranquilamente en mi casa escribiendo y saliendo a correr. Atender a mis hijas sin estrés, con ternura y paciencia.

Pero ese es el error, ¡qué más da lo que me gustaría!, las cosas son como son, y como son he de aceptarlas, si las puedo cambiar, las debo cambiar, pero si no (porque o me toca una lotería o me da a mí que poco puedo cambiar en esto) he de aceptar las cosas como son.

Nos recreamos en los problemas y dejamos que nos dominen, eso hacemos. Y a veces los problemas deben ser, como dice Victor Küppers, diferenciados entre dramas y circunstancias a resolver.

Cuando el problema es grave, es un drama, y entonces, a llorar, a darse cabezazos contra la pared y permitirse el lujo de dejarse caer. Pero si son circunstancias a resolver, pues gestiónalas y a otra cosa, y ya, no más, a otra cosa mariposa.

Pero claro, si le escuchas al él hablar, lo ves todo de color de rosas, dices, ¡coño, mañana me voy a levantar y voy a sonreír, me da igual el atasco de una hora que me voy a chupar a las ocho de la mañana para llegar al trabajo, me pondré la música y disfrutaré de ese momento. Y En el trabajo, sonreiré a mis jefes a pesar de lo que me digan y trataré a los clientes casi partiéndome de risa, aunque me llame capulla insensible, da igual, yo les diré,” ¡gracias por su aportación!”

Pero cuando suena el despertador, ya se te ha olvidado todo esto. Te levantas ya de mala leche, solo porque ha sonado el despertador y tú estabas tan a gusto en la cama. En el atasco, dirás barbaridades cada vez que uno se te cuele con el coche y ninguna puñetera canción que suene te hará canturrear, porque encima te duele la garganta porque hace un frío que te cagas.

Y llegarás al trabajo de mala leche con el tiempo justo porque te costó la vida aparcar. Y cuando tu jefe te diga algo que has hecho mal, tú te cagaras en lo más sagrado porque por lo que te pagan ¿qué pretende?

Ser alegre es una elección, no una consecuencia. Es decir, pensamos que cuando estas alegre es debido a que algo que te ha pasado ha desencadenado en que estés alegre, tu alegría es una consecuencia de ese hecho. Pero no, es una elección, puedes elegir estar alegre, aunque el hecho no sea positivo.

Pero esa es la lucha, porque es más fácil ser pesimista que optimista. Y si es más fácil, estará más en nuestra vida, porque estamos agotados.

Así que ya sabéis, la actitud es el motor de la vida, es lo que hace que todo vaya bien o simplemente vaya. No es conformarse es aceptarse. Y, sobre todo, sacar el lado positivo a las cosas que te ocurren, porque, menos la muerte, todo tiene un lado bueno, que, normalmente no vemos.  Busquemos ese lado bueno, y seamos felices.

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