SEÑORAS
Resulta
que alguien te llama “señora” y ya tenemos un dramón. ¡Pero si es lo que soy!
Lo que
ocurre es que es una palabra fea, es decir, si las palabras fueran personas,
esa, no me caería bien, no estaría en la cabina, porque SEÑORA te coge de las pelotas
y te aprieta fuerte mientras te mira a los ojos y te dice “sí, ya tienes una
edad”
Y entonces
desde que escuchas esa palabra, empiezas a observar a todos aquellos a los que
no llamarías señor o señora, y te das cuenta que lo que ves son personas que
aún no ha vivido lo que tú has vivido, personas que tiene aún que recorrer tu
camino.
Camino que
tú has recorrido, y de repente llegas a un punto, en el que te gustaría volver
a retroceder, no sé si por miedo a saber que, al estar más o menos en el meridiano,
piensas que lo que queda por delante no será tan bueno, o simplemente porque
nuestro cerebro, ese que está constantemente haciendo boicot, nos trae
recuerdos maravillosos que vivimos cuando éramos como esos a los que ahora
miramos y no llamaríamos señores, vamos a esos jovencitos. Y añoramos ser como
ellos otra vez, y adivinamos lo que piensan o sienten. Cuando vemos a una
pareja sola en la playa, por ejemplo, sin niños, cada uno en su toalla, y
decimos “madre mía todo lo que os queda, y como molaba estar donde estáis
ahora, que pena que no sepáis verlo y valorarlo” es en ese momento cuando te
das cuenta que, efectivamente, eres una SEÑORA.
El cerebro
no te trae recuerdos malos, o intenta no hacerlo, porque en realidad intenta
salvaguardarte del dolor, y por eso, pensamos que “cualquier tiempo pasado fue
mejor”
Yo creo
que lo que me queda a partir de ahora, es mejor que lo anterior, y lo pienso
precisamente por eso, porque ya no tengo toda la vida por delante, si no la
mitad, y acotando el tiempo, se acotan también las ganas y se reducen a lo que
realmente pensabas de joven que tendrías tiempo de hacer, pero has llegado
hasta aquí y no lo has hecho, así que o lo haces ya, o quizá no lo harás.
Pero ¿por
qué nos suena tan mal cuando nos llaman SEÑORA? Y es que la oímos así, en
mayúsculas. Como si en vez de SEÑORA nos dijeran “Perdone vieja asquerosa,
¿tiene hora?
El
problema es que, a algunas, nos cuesta aceptar esa palabra, porque, cuando te
la dice un niño de 6 años, dices, bueno, para él tener cuarenta años es estar
al filo de la muerte, pero cuando te lo dice un adolescente o, peor aún, un
veinteañero, dices “¿En serio? Si llevo la misma ropa que tú, ¡sigo comprando
en Stradivarius y en pimkie!” Aunque he de reconocer que la talla no es la
misma. Y, sinceramente, estos últimos, los veinteañeros, son los que realmente
nos tocan la fibra cuando nos llaman así. Tú le miras y piensas “ojalá me estés
viendo como a la madre del amigo José del canto del loco” SEÑORA sí, pero que
buena está. Porque intentamos echarle un pulso a la vida, y seguir con cuarenta
años, intentando aparentar que no tenemos cuarenta, que seguimos estando en el
mercado, que queremos ser deseadas, aunque luego solo se quede en eso, es una
simple fantasía, pero, qué coño, que a nuestra edad alguien fantasee contigo,
es como que a un niño le digas que mañana se va a Euro Disney (ahora imaginarme
bailando frente al espejo de espaldas mientras me miro el trasero que se
balancea al ritmo de una música imaginaria)
Por eso de
repente, nos da por ponernos a hacer deporte como locas, comprarnos cremas para
la cara, nos compramos el aparato ese de hacer step en casa, o peor aún,
intentamos salir a correr.
Y luego
vamos comparándonos con el resto de madres del colegio, que tú ves y dices “yo
no soy así” y ya no sabes si te lo estas afirmando o preguntando a ti misma.
El caso es
que, estoy en ese momento, en el que, sin ser una madre de especie avanzada, ni
tampoco una en extinción, soy una madre moderna y juvenil, pero, al fin y al
cabo, soy una madre, una cuarentona, que por muy bien que intente conservarme,
soy una “SEÑORA”. Y lo soy porque he vivido, fui una niña, para dejar de serlo
y ser una adolescente, para dejar de serlo y ser una jovencita, para
finalmente, ser, alguien con mucha experiencia, mucha vida, muchos recuerdos,
ser una “SEÑORA” de los pies a la cabeza. Y, que vivan las SEÑORAS.
Para todas
mis SEÑORAS.
Comentarios
Publicar un comentario
Deja tu comentario