MOTIVOS PERSONALES
Me ahogo, me ahogo, no puedo respirar.
Esto era lo único que rondaba su cabeza.
Su vida se dirigía a un callejón sin salida. Ahí estaba ese enorme muro
contra el que, con toda seguridad, iba a chocar. Pero seguía adelante, había
demasiada gente a la que decepcionar, demasiadas personas a las que hacer daño,
y demasiadas a las que aún no había aprendido a enfrentar.
No quería estar donde estaba, pero tocó vivirlo así para salir del lugar
donde aún quería estar menos.
Cada decisión lleva consigo una cadena de decisiones, y este era un
eslabón de una de ellas. Era el momento de empezar a romper cadenas, para que
ninguna decisión que tomara de ahora en adelante volviera a encadenarla. Era el
momento de vivir su propia vida. Era el momento de ser libre de verdad, de ser
feliz de verdad.
No quería hacer daño, pero ella llevaba mucho tiempo sintiendo dolor. Era
el momento de ser egoísta por una vez.
Y entonces lo hizo.
Cuando vio el espacio en blanco donde tenía que exponer los motivos,
quiso explicar todo lo que sentía, quiso decir todas esas razones que la
llevaron a ese momento. No alcanzaba a pensar cómo se explica en un instante ¿por
qué se rompe con alguien?, ¿por qué se destroza un alma?, ¿por qué se mata el amor?
Tragó saliva, fueron segundos que parecieron horas. Ya estaba otra vez.
Agobiada.
¿En serio? –se preguntó- ¿tenía que resumirlo todo en ese momento?
Levanto la cabeza para mirarle a la cara, ¿Por qué ese cabrón se lo ponía
tan difícil? - se dijo a si misma- ¿no había sufrido ya suficiente?
Miró el papel de nuevo. Pensó en preguntar si podía adjuntar otra hoja más,
en ese espacio no le cabía todo.
Él la miraba extrañado, sin entender bien porque tardaba tanto. Contra antes
le diera el papel firmado antes se podría ir a fumar un cigarrillo.
Sin embargo, ella sentía que la miraba con odio, como si sus ojos dijeran
“zorra insensible, ¡que hija de puta! ¿Cómo puede hacerle esto? ¡Con lo bueno
que es!”
¿Qué estaba haciendo? -se preguntó mientras frotaba sus sienes con la
yema de los dedos- ese señor ni siquiera le conoce.
¡Deja de sentirte culpable! -se dijo mientras se daba una bofetada
imaginaria.
Y entonces, ella, sentada a su lado, observando la escena, ese ángel que
en ese momento le acompañaba, que la conocía tan bien. La miraba con el
entrecejo fruncido, y cara de “no me puedo creer lo que estás pensando”. Y como
solo ella sabía hacer, la despertó de la pesadilla que ella sola había creado
despierta.
Le dijo las tres palabras más maravillosas que podía haber escuchado en
ese momento, que la hicieron volver a tener oxígeno en sus pulmones, que la
dieron el alivio más grande que jamás había sentido. Tres palabras que la
acompañarán siempre.
Son motivos personales.
P.D. Para las que entenderán de que hablo. Este pequeño fragmento de mi
misma. El principio de la siguiente página. El primer paso para ser un poco más
libre. El día que empecé a coger el control de las riendas de mi propia vida.
Y te hizo ganadora, y aunque duro tu felicidad esta en esas tres palabras....date gracias por lo valiente que eres y fuiste, solo así estás más cerca del tu y del ahora....te quiero!
ResponderEliminarNunca me habían hecho un regalo tan bonito, gracias. Te quiero más y me muero!!!
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